7.07.2008

G R I D

por: eduardo warnholtz



En este ensayo, no pretendo analizar de forma profunda a Robert Mapplethorpe como fotógrafo, ni tampoco cuestionar su calidad de gay, sino mas bien su enfermedad y la relación que tuvo con respecto a la situación de Mapplethorpe como fotógrafo. Es importante comenzar con una pregunta: ¿el SIDA sólo le da a ciertas personas? ¿El SIDA no me puede dar a mi? ¿El SIDA nada más le da a los homosexuales? Obviamente, existen muchas respuestas, los avances en las investigaciones se hacen presentes en los libros y medios de comunicación masiva; sin embargo, el SIDA sigue creciendo en proporciones geométricas y la cura, dista mucho de ser encontrada. El conocimiento y desarrollo científico de los estudios del sistema inmune, se han incrementado a raíz del surgimiento del SIDA. No obstante, para mucha gente, sigue siendo una enfermedad que sólo les da a aquellos extraños y lejanos seres que hacen cosas raras.

Lowe-Morricone-Tennant 1 —Pet Shop Boys—, escriben el siguiente pensamiento, el cual hacen una referencia a lo anterior, ya que cuando se adquiere el SIDA, resulta casi imposible creerlo, a pesar de que lo que se ha contagiado no es más que una bomba de tiempo:

1 Ayer, recuerda cuán claro parecía
en los encabezados, citando revistas
Ve hasta el final, sabías que podías
Muy bien, hasta aquí.

2 Alguien preguntó: “¿Quiénes se creen?,
¿Quién paga sus cuentas?
¿Cómo llegaron tan lejos?”
Lo hice a un lado y cerré la puerta.
Hasta aquí, muy bien.

3 Ahora parece casi imposible
Tomamos demasiado
y despertamos a todos
Puedo equivocarme, creo que dijimos
Que no podía pasar aquí.

4 No espero hablar en términos de razón,
Nuestra dignidad e inocencia heridas
Contradicen tus heridas de batalla
Curadas, no obstante, hasta aquí.

5 Ahora parece casi increíble
Nos reímos muy fuerte
y despertamos a todos
Puedo equivocarme,
pero creo que dijimos
Que no podía pasar aquí.

6 Ahora parece casi imposible
Nos encontramos otra vez
donde empezamos
Puedo equivocarme, creo que dijimos
Que no podía pasar aquí.


Robert Michael Mapplethorpe nació el 4 de noviembre de 1946 en Floral Park, Nueva York. hijo de una familia católica norteamericana. Su infancia parecía ser la de un muchacho normal, sin embargo, la trayectoria de Robert, nadie podría imaginarla, obviamente tampoco él se imaginaría como habría de terminar.

«No sé si sabías que los maricas se están muriendo.»
Robert Mapplethorpe

A comienzos de los años ochenta, lo que ahora conocemos como SIDA, en Estados Unidos se conocía con el nombre de GRID —Gay Related Inmune Deficiency / Inmunología Relacionada con la Homosexualidad—.



En 1982, existían 285 casos en 17 estados de los Estados Unidos, de estos 285 casos, la mitad se encontraban en la ciudad de Nueva York. Robert Mapplethorpe, para entonces, ya conocía algunas historias de casos de GRID en el Mineshaft —bares sadomasoquistas en la ciudad de San Francisco— con síntomas de hinchazón de los nódulos linfáticos, hepatitis de carácter grave, neumonías, infrecuente cáncer de piel —sarcoma de Kaposi—, y un abanico de infecciones.

Mapplethorpe en este mismo año tomaba un medicamento antibacteriano llamado Flagyl para combatir la amibiasis gastrointestinal que padecía desde varios años atrás; estos desórdenes entéricos se le atribuían a la población gay debido al incremento de la práctica del coito anal. Robert se mostraba extrañamente letárgico, es decir, que tenía poca energía para salir por las noches, se quejaba de síntomas gripales. El Dr. que le atendía —Dr. Lutz— al interrogarlo para hacerle un historial clínico, acerca de la relación que tenía Robert con las drogas; este último decía: «no consumo drogas reactivas, tan sólo tomo cocaína, alucinógenos y nitritos.» Lutz lo ingresó al Hospital Baptista del Sur en donde le diagnosticaron una infección auditiva de origen bacteriano y una inflamación en los nódulos linfáticos. Para entonces, el acrónimo GRID había sido sustituido por el más neutro de SIDA, peso aún quedaba por aislar el virus del HIV y aún habría que esperar 2 años, hasta que en 1984, para el desarrollo de pruebas fiables para la detección de anticuerpos. A Mapplethorpe le daba pánico la posibilidad de padecer SIDA; sin embargo, la radiografía de su tórax era normal y no mostraba síntomas de neumonía. Ahora bien, su infección auditiva no era normal en una persona de 36 años; seguramente, de haber contado con un sistema de detección sanguínea como las actuales, Robert habría dado positivo.

Mapplethorpe comenzó a desviar su atención de las escenas sadomasoquistas, comenzando a fotografiar escenas pornográficas heterosexuales cono si ello le proporcionara cierta protección frente al SIDA. La fascinación por la pornografía puede entenderse como parte de una postura vanguardista destinada a descodificar la pornografía con base en remedar su propia «imagen». La revista Screw cita al respecto:

La estrategia de Maplethorpe [sic] es, en cierto sentido, cínica. Estos ciudadanos de clase alta que bajo ningún concepto querrían verse sorprendidos frecuentando el ambiente anónimo de los espectáculos en vivo y las tiendas “porno”, tienen, no obstante, la misma necesidad que todos los demás de imágenes con que nutrir su apagada vida sexual. Así, dado que ellos no acuden al “porno” Maplethorpe [sic] les trae el “porno” a domicilio.» 2

Robert Mapplethorpe continuó teniendo aventuras con sus modelos; C.S. Manegold, clasificaba a este estilo de vida como Homo New Yorkus. El verdadero mensaje de las fotografías de Robert no se hallaba relacionado con la moda, sino con el poder y la sumisión, especialmente en lo que se refería a hombres de raza negra.

Dada su educación católica, el crítico Paul Schmidt se preguntó si las fotografías de Mapplethorpe no constituirían un mecanismo propio para enfrentarse a su culpabilidad sexual. Cuando un adolescente de 3er grado comete un acto de exhibicionismo está realizando también un acto de agresión que, en ese contexto, representa al mismo tiempo un deseo de recompensa y de castigo. Equivale a «que te jodan», pero luego es: «castígame porque soy un niño malo.»

Robert adquirió celebridad por abrir paso a todo un campo de especulación teórica en una sociedad que nunca se había enfrentado abiertamente a la iconografía del sexo. Schmidt opinó que al principio Mapplethorpe se enfrentaba a la imaginería sexual de un modo sumamente inconsciente, hasta que advirtió que podía salir bien librado de todo ello; sin embargo, al final se sentía desgraciado y, sin querer parecer condescendiente, Schmidt cree que en algún lugar del fotógrafo se ocultó un alma consumida que grita pidiendo afecto.

El SIDA ejerció un profundo efecto en la perspectiva de Mapplethorpe frente a la fotografía, Robert fue mostrando la tendencia a fotografiar a aquellos modelos que le atraían más desde un punto de vista estético que sexual. Muchos amigos de él, le previnieron de que se comportamiento sexual equivalía a un suicidio. tal parece que su comportamiento iba cambiando en cuanto al contenido de sus fotografías pero no era equivalente al cambio de comportamiento de sus prácticas sexuales. Para Robert el sexo era lo más importante que cualquier otra cosa en su vida, y por más que las consecuencias de sus acciones entrañaran ahora un mayor riesgo, se negaba a modificar su comportamiento. Acaso debido a que raramente practicaba el sexo anal —método de transmisión de SIDA citado con más frecuencia por los especialistas—, Mapplethorpe creía hallarse a salvo de peligro. O quizá se hallaba sumido en tal estado de autonegación que llegaba a creerse invencible.

«Yo no pertenezco a un grupo de alto riesgo.»
Robert Mapplethorpe

Paul Schmidt señalaba que los autorretratos de Mapplethorpe como la llave que explicaba su propio egocentrismo; estos sirvieron para escenificar las distintas fases específicas de su vida: la confusión sexual de sus primeras polaroids; la blanda facilidad de su convivencia con su mecenas Sam Wagstaff. En los últimos autorretratos el fotógrafo ya no se encontraba bien, el retoque en las fotografías ya no ayudaban; se despertaba a mediados de la noche empapado en sudor, las glándulas linfáticas seguían hinchadas y padecía dolores estomacales y diarrea.

Wagstaff, que también era su amante, había cuidado de sus intereses durante la última década, pero dado que ambos habían construido una suerte de muro defensivo en torno al tema del SIDA, no osó insistir en que el joven artista se hiciera las pruebas de detección de la enfermedad, a pesar de que Wagstaff padecía todos los síntomas de dicha enfermedad.

A finales de septiembre de 1986, Mapplethorpe se encontraba tan débil que apenas podía abandonar su departamento, su pulmonía tenía todas las probabilidades de ser de las del tipo que provoca el SIDA. Robert había tenido relaciones sexuales al menos con un 75 % de los hombres que aparecía en el libro —Black Book— los cuales se rumoraba que muchos de ellos habían contraído el SIDA y ya estaban muertos. Robert estaba cada vez más enfermo y no recibía los cuidados necesarios, se empeñaba en negar su enfermedad y a ingresar a un hospital a examinarse; sin embargo, mas tarde y debido a su malestar aceptó ingresar a un hospital, en el cual, los resultados de sus exámenes resultaron positivos.

Mapplethorpe alimentaba una fe pueril en las capacidades curativas de la ciencia; en diciembre de 1986, salió del hospital, sintiéndose mejor debido al AZT y a las inyecciones semanales de vitamina B12 , mientras que en enero de 1987, su mecenas y amante ya había muerto de SIDA. Este acontecimiento despertó la sospecha en el medio artístico de la salud de Mapplethorpe; todos creían que Robert tenía SIDA.

Esta situación llevó al fotógrafo a estallar, recorriendo todos los bares de homosexuales en busca de negros. Había confiado a diversos amigos que atribuía a un negro el haberle contagiado el virus del SIDA, pero después de vanagloriarse de haberse acostado con aproximadamente un millar de hombres, difícilmente podía estar seguro. Con todo esto, se aplicó a la tarea como un ángel vengador, abordando a un negro tras otro con ofertas de cocaína para luego tentarlos con la palabra nigger. Es imposible saber concretiza si Robert tomaba precauciones en la cama, pero para los observadores externos, el fotógrafo mostraba una agresividad espeluznante.

Mapplethorpe, heredó de su fallecido mecenas —Wagstaff— la cantidad de 7 millones de dólares. Esta cantidad le incrementaba la fe de curarse: «Tan solo confío en vivir lo suficiente para disfrutar de la fama». Su enfermedad sirvió para incrementar el potencial de ventas de sus obras. Para entonces, era ya uno de los fotógrafos más célebres del mundo, y durante la última década su obra había aparecido en sesenta y una exposiciones individuales, cinco libros y quince catálogos. El SIDA, sin embargo, no tardaría en catapultarlo hacia otro ámbito de la fama ya que, por desgracia, nada había de realzar tanto su vida como la perspectiva de perderla. Los galeristas, como buitres, opinaban que no era imposible vender un millón de dólares en obra, con base en la enfermedad del fotógrafo: «cuanto más muerto mejor», la gente empezaba a comprar fotografías de Mapplethorpe anticipándose a su muerte. El valor de cada fotografía se elevó a diez mil y quince mil dólares por anticipado. Mapplethorpe, su enfermedad y la iconografía sexual o pornográfica eran toda una sensación. Mapplethorpe se convertía en una Institución, en una empresa, en una fábrica de fotografías.

En mayo, Robert sufrió una recaída de su pulmonía. Aquejado de neuropatía, una inflamación de los nervios que le produjo un terrible ardor en los pies. Mapplethorpe era un paciente extremadamente pasivo: se tomaba cualquier pastilla que le fuera recomendada, pero, aunque diversos doctores le previnieron de que el consumo de cocaína no haría sino dañar aún más su sistema inmunológico, continuaba aspirándola y fumando casi dos paquetes de cigarrillos al día. Al respecto, el fotógrafo decía: «Si tengo que cambiar mi estilo de vida, no me interesa seguir viviendo».

La salud de Robert iba en decremento, los doctores le diagnosticaron que padecía el síndrome de consumición —pérdida de peso y diarrea crónica—; en marzo comenzó a sentir terribles dolores abdominales y náuseas generalizadas.

Las apetencias sexuales se extinguían también; fotográficamente hablando, Robert había dejado de concentrarse en los desnudos de negros y, posteriormente en ninguna clase de desnudos; por el contrario, desvió la atención a las estatuas de mármol, intentaba insuflar vida a la piedra. Sus retratos femeninos comenzaron a parecerse cada vez más a imágenes de ángeles.

Una nueva morbosidad aparecía en la obra de Mapplethorpe, una de las imágenes más macabras es, sin duda, la fotografía que tomó de una calavera humana. Para él, constituía la imagen más puramente escultural de todas. Por otro lado, este tipo de fotografías ya no eran tomadas físicamente por Robert, sino por su hermano y su laboratorista, ya que el fotógrafo ya no estaba en condiciones de hacerlo, sólo dirigía la acción. El estilo de Mapplethorpe se había convertido hasta tal punto en un formulismo que al artista le bastaba con dar su aprobación a una prueba polaroid para delegar el proceso fotográfico a otra persona.

En mayo de 1988 Mapplethorpe firmó los documentos pertinentes para la creación de la Fundación Robert Mapplethorpe y diseñó la normativa bajo la que habrían de administrarse los fondos de la organización. Para entonces, al fotógrafo no le interesaba destinar el dinero de la fundación a la investigación del SIDA, y prefería emplearlo únicamente en proyectos relacionados con la fotografía y sus exposiciones.

La idea de vivir y de poder curarse algún día hacia que Robert Mapplethorpe insistiera en comer en restaurantes, a pesar de que vomitaba prácticamente todo lo que ingería; esta conducta lo llevó al hospital nuevamente para que se le instalara un catéter Hickman en el tórax para poderle administrar regularmente una solución proteínica por vía intravenosa. Robert, ya en casa, al verse como monstruo, lleno de tubos en el pecho, cayó en una profunda depresión y, para colmo, tuvo que contratar, a pesar de todo, un enfermero que le ayudara a alimentarse. Los utensilios de cocina dieron paso a jeringas epidérmicas. «Todos estos tubos me hacen parecer una criatura del espacio … es horroroso.» reclamaba el artista.

Para estas fechas, apenas se enteró su familia de que Robert tenía SIDA, desde 1967 no se veían, y obviamente tampoco sabían de la homosexualidad de Mapplethorpe. Nancy —su hermana mayor— reunió a la familia y les contó la situación de Ronert: de su enfermedad y de su homosexualidad; Joan —su madre— no creyó que su hijo fuera gay. Posteriormente visitaron a Robert.

En julio de 1988, después de la visita de sus padres, ingresó al hospital St. Vincent, donde le fue diagnosticada una mycrobacterium avium-intracellulare —MAI— una enfermedad terminal. De esta forma, comenzó a extenderse el rumor de que el fotógrafo no había de abandonar el hospital en vida, cosa que no fue así, Robert regresó a su casa, tenía una gran motivación por asistir a la inauguración de la máxima exposición fotográfica que iba a tener en el Whitney.

Ya estando en la inauguración, Mapplethorpe se vio envuelto por una muchedumbre de seiscientas personas. Los paparazzi buscaban obtener imágenes que representaran lo que comenzaba a convertirse a toda prisa en un nuevo género retratístico: la imagen del SIDA. «Otra dimensión de la realidad moral».

Robert había «seguido una curva cultural que se iniciaba en los setenta y ochenta con los diversos movimientos de liberación sexual y que ahora parece descender hacia el temor y la muerte.» afirmaba Kay Larson en el New York. El SIDA había proporcionado una importancia adicional a la obra de Mapplethorpe; hasta qué punto era el artista importante o mediocre; ésta ha de pasar a un segundo plano. Se trata, definitivamente, de una cuestión de mercadotecnia y de creación de mitos.

«En definitiva, resulta imposible adivinar cómo percibirán a Robert Mapplethorpe las generaciones futuras … muchas personas compraban sus flores por la emoción de poseer un Mapplethorpe o, en su caso, la punta del iceberg, por asó decirlo. Muchas de ellas jamás habrían colgado sus imágenes sexuales en su casa, pero el hecho de poseer una de sus flores les permitía coquetear levemente con su mundo. La exploración de la sexualidad representa un tema de gran importancia en fotografía, y Robert, sin duda, ha de contemplarse como una figura crucial.» 3

A Robert le preocupaba saber que sus padres visitaran la retrospectiva de su obra en el Whitney; esto reflejaba que «…sus padres eran aún los sacerdotes represores de su infancia, y él seguían siendo el mismo chiquillo asaeteado por la culpa.» comentaba Steven Aronson.

Mapplethorpe era un hombre agonizante, sin embargo, seguía convencido de que al final se salvaría. Creía firmemente que la cura para el SIDA existía, y que todo era cuestión de resistir hasta que apareciera. En noviembre inició un curso de hiperinmunoterapia, que consistía en inyectarle, a los pacientes de SIDA en estado avanzado, anticuerpos extraídos de individuos infectados. Robert era uno de los primeros en el mundo en recibir esta tratamiento. Poco después el fotógrafo se encontraba mejor.

Mientras tanto, su madre preguntaba a su hijo menor Ed —que trabajaba como asistente de Robert— si el fotógrafo seguía yendo a misa los domingos, y que tenía la intención de mandarle al padre George Stack —sacerdote de su infancia— para larle a Robert los santos sacramentos. El padre Stack acudió al lugar de Mapplethorpe, quedando hipnotizado al contemplar los objetivos que adornaban la habitación; era un verdadero combate entre el bien y el mal en cuanto al arte religioso que decoraba el espacio. La intención de confesarlo se diluyó inmediatamente, posponiéndola para otra futura visita.

El galerista Howard Read, en dos años realizó 3 exposiciones de Mapplethorpe; después de la muerte de Robert, Read comentó: «Si Robert hubiera vivido seis meses más y hubiera anunciado desde su lecho que se había limitado a sacar fotografías de su almohada y que quería montar otra exposición, lo más probable es que la hubiéramos hecho.»

Así, Read, organizó otra muestra de fotografías de Robert con base en sus bustos e iconos religiosos. Las fotografías fueron tomadas por su asistente Brian English, supervisadas por Robert; se imprimieron 10 copias de cada fotografía y se vendieron inmediatamente. Como se puede observar, todas estas fotografías, eran de objetos que Mapplethorpe tenía al alcance de su mano; de haber estado sano no lo habría autorizado.

«El Momento Perfecto» era la exposición más importante de Robert Mapplethorpe, la cual se inauguraría en 9 de diciembre de 1988 en el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia. Constituiría el último de los objetivos del fotógrafo. Éste continuaba sufriendo vómitos tan intensos que ya no podía digerir las pastillas de AZT; por lo tanto no pudo asistir a Filadelfia, conformándose con ver el acontecimiento por video; al respecto éste dijo: «Fue como asistir a mi propio funeral y oír a la gente hablando de mi … Me sentí tan entristecido que me eché a llorar.» Este acontecimiento sumió a Robert en la peor depresión de su enfermedad, no hallaba consuelo en nada: ni en el sexo, ni en las drogas, ni en la comida; los cigarros constituían su único placer, se negaba, por supuesto, a dejar de fumar.

Mucha gente —amigos de Robert— pensaban que la Fundación Mapplethorpe contribuiría a la investigación en torno al SIDA además de la Fotografía; sin embargo, el artista sólo le interesaba utilizar el dinero para perpetuar su nombre; quería hacer un equivalente al Oscar de Hollywood en el campo de la fotografía, con la diferencia que los ganadores recibirían un Mapplethorpe. Después de todo, en enero decidió inesperadamente destinar una parte de su riqueza —1 millón de dólares— al SIDA; el cual sirvió para crear una unidad de cuidados para enfermos del SIDA en el Hospital Beth Israel; actualmente, este pabellón es conocido con el nombre de «Mapplethorpe».

«Ahora ya no tengo ningún objetivo por el que luchar.»
Robert Mapplethorpe

Robert ya no podía digerir las pastillas de AZT sin vomitarlas, así que le administraban el medicamento por vía intravenosa. Se incluyó a Mapplethorpe a un programa de ensayos humanos de un nuevo medicamento, el CD-4. La fórmula era una copia del receptor CD-4 presente en numerosas células del sistema inmunitario y del cerebro del cuerpo humano, y se creía que actuaría a modo de señuelo, aferrándose al virus del SIDA y dotando a las células de una protección absoluta.

Sin embargo, en febrero comenzó a expectorar un esputo verde y espeso, lo que creó la sospecha de una neumonía de origen bacterial; posteriormente Robert sufrió un acceso de dolores gástricos intensos lo cual hizo pensar a Robert: « … me estoy muriendo.»

Robert fue trasladado, el mismo mes, a Boston, al Deaconess Hospital, ahí recibió las malas noticias de que, efectivamente padecía neumonía bacteriana, lo cual impedía que se le administrara el CD-4. En marzo comenzó repentinamente a sufrir hemorragias gastrointestinales, y los médicos le insertaron tubos por la garganta para drenarle el estómago; su sistema inmunitario se hallaba tan deteriorado que los medicamentos ya no le funcionaban. Su organismo estaba siendo atacado por todos los flancos.

El fotógrafo ya no tenía nada que hacer, se entretenía escribiendo su nombre repetidas veces en un cuaderno, convirtiendo su escritura en una maraña. El 8 de marzo sufrió una parálisis que le inmovilizó la parte izquierda de su rostro. Uno de sus ojos se cerró. ya no podía hablar; sólo emitía gemidos, los médicos le aumentaron la dosis de morfina, pero él seguía esforzándose por permanecer despierto: no estaba dispuesto a morir.



Ed —su hermano menor— tuvo la ocasión de cumplir la promesa que le había hecho a su madre y dio aviso al capellán del hospital, quien acudió para administrarle los últimos sacramentos. Robert no despertó: a las cinco y media de la madrugada del día 9 de marzo de 1989, sufrió un violento ataque que sacudió convulsivamente todo su cuerpo; las frenéticas sacudidas de su organismo constituían un síntoma de disfunción cerebral; Mapplethorpe había pasado sus últimos momentos librando su propia batalla interna mientras avanzaba hacia la luz. ew

NOTAS

1. Pet Shop Boys, Actually, EMY, 1987.
2. Morrisoe, Patricia, Robert Mapplethorpe, Circe, Barcelona, 1996.
3. Ibid.


BIBLIOGRAFÍA

Fridman, Wolf H., El Cerebro Móvil: de la Inmunidad al Sistema Inmune, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

Morrisroe, Patricia, Robert Mapplethorpe, Circe, Barcelona, 1996.

Rosenzweig, Mark R. y Leiman, Arnold I., Psicología Fisiológica, Mc. Graw Hill, 1995.

Lowe - Morricone - Tennant, Pet Shop Boys, Actually, [CD], EMI, 1997.

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